"L'HOMME EST BON, LA SOCIETÉ LE PERVERTIT" Jean Jacques Rousseau

Y en cada uno de nosotros se encuentra la virtud y cualidad de eludir dicha perversión, primero en uno mismo, para luego ayudar a los demás en la misma intención.

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en el "sótano" de la pág, podemos chatear

lunes, 21 de junio de 2010

"ES LO QUE HAY... VALOR" (versión libre de Tom Cruise)

Gente… Dan y damos que pensar. En patota, y por separado también.

Los clásicos grupos humanos, de cualquier cultura, de cualquier civilización, que con el decorrer del tiempo y, expuestos al proceso de la evolución de la Naturaleza, terminan transformándose en patotas, nos muestran hoy día una variada gama de espantos, de horrores culturales, tantos, que si les otorgamos espacio y tiempo, la lista es tan enorme y grotesca, que insumiría la vida entera del juglar, del reportero, o del amanuense.

Y por separado, es decir, individualmente, también es notorio el desgaste de la civilización; le veo en mi intimidad, y lo vislumbro en la de varios especímenes más de mi patota de turno. Nos hacemos trampas al solitario, sobre una base conceptual errónea de pretender tener la razón y, peor aún, ser dueños absolutos de la verdad.

Así, vemos a políticos, periodistas, gente del público en general –ya que ambos ejemplos y todos los demás de “gente del público” no son más que eso- inventando palabras, verbos e ideas, absurdas sobre el absurdo.

Un Sarthou (el Martín ex de la Eunice, claro) por ejemplo, que luego de su “eeeeeh” arrastrado, entre frase y frase, te mete un verbo “impactar” que no existe, pero del que varios se valen igualmente en los últimos años; Impacto: golpe o reacción de un cuerpo sobre otro, y solo eso… ahora, éste energúmeno y varios más, te lo conjugan con total tranquilidad y sin sombras de culpa o responsabilidad: “yo impacto, tú impactas, él impacta”, etc. etc.

O una Sara Perrone que, al hacer entrega de los Florencio (pobre Florencio Sánchez!) en pleno Montevideo cultural, anuncia: “y ahora….! El Martín Fierro es.. para: Fulano de Tal”, acusando recibo de una tétrica e inculta Buenos Aires, que tanto nos influye. No me asombraría que en cualquier momento se cambie el evento de los Florencio Sánchez, por el de los Florencia de la Vega

Y de porteños hablando, hoy mismo, en Montevideo, en esta mañana otoñal, voy a comprar al Disco (supermercado que impone las reglas de consumo de acuerdo a su criterio argentino y jamás acorde a la oferta y la demanda montevideana), una bolsita de café… marcas elegidas según el criterio mencionado, y en medidas que no necesariamente tienen porqué estar de acuerdo a lo que el cliente (QUE ES EL CLIENTE QUIEN LES PAGA Y LES DA DE COMER A ESTOS HIJOS DE PUTA!) requiere o desea…

(Pepe alcahuete); termino –hoy de mañana, en el Disco S.A., en un instante otoñal- comprando un paquete de 100 gramos en lugar de uno de 250, que era el que yo deseaba, y de una marca que no era la que pretendía, pero, como se dice también ahora desde hace unos años: “es lo que hay”… Por tanto, uno realiza un acto de concientización al concluir que por un lado, levantan los piquetes de los puentes de mierda, y por otro me enchufan el café –en marca y cantidad- que a ellos se les antoja; si total, es “pa la villa chica”: Montevideo.

Y eso de: “es lo que hay”, es todo un acto de contrición cultural, que estoy seguro pocos conocen su porqué y su origen prosaico. Todo comienza en aquella película bastante pedorra de Tom Cruise, en la que el amigo alojado en su casa va al refrigerador y se queja “sotto voce” por no encontrar lo que buscaba, a lo que el propio protagonista mencionado, le responde, medio hastiado, medio caliente: “es lo que hay”, como dándole a entender que si no le agrada, que se joda o se vaya. A ello, a la frase, el clásico montevideano fantoche, enarbolando la consabida pseudo cultura profana del modernismo y el liberalismo, le agrega, mediante otro acto de soberbia ridícula: “es lo que hay: VALOR”, anexando así un compendio casi completo de la anti cultura que profesamos cada vez más. Ese “valor”, al final, después de la coma al respirar, demuestra de forma tácita el potencial que todo lo lumpen puede llegar a tener en una “patota” social, cuando la gente realmente quiere y anhela retroceder en su capacidad educacional y cultural.

Y así, llegamos a extremos que sólo son entendibles luego de analizar pertinentemente los rasgos más ruines que un grupo humano puede poseer.

Hace unos días, en el hogar que me dio amparo y abrigo, uno de los hijos me ofendió espontánea y naturalmente, al mencionar que yo podía ser capaz de agredir a una raza, a una cultura, ajena a mí y a él, mediante la prácticamente imposible opción de que yo pudiese “hacer chistes judíos” frente a una chica con ese origen. Cuando lo mencioné, cuando exterioricé mi sentimiento de ofensa, pues el ofendido entonces resultó ser él!!!

No tuvo presente en ningún momento al ofenderme, ni mi edad –suficiente como para tener la experiencia del respeto humano-, ni mi cultura, ni mi profesionalidad, ni mi don de gente… Simplemente dijo: “che! que a Juan no se le ocurra “hacer chistes judíos” frente a Fulanita, que es judía”; claro! Y Juan es idiota!, hay que alertarlo para que no meta la pata, porque es incapaz de soslayar, de interpretar y de conocer los cánones de conducta y comportamiento en “sociedad”. Ergo, debo frente a él, meterme por el culo mis dos profesiones, mi educación y mi mundo recorrido, a efectos y fin de su felicidad paupérrima.

Por eso, así estamos, en manos y bajo el poder de la anti cultura.

La misma que nos obliga a aceptar el vocablo “intendenta”, o “presidenta”, etc. Quizás falte poco para que nos obliguen entonces a aceptar: “intendento” y “presidento”… (Pepe alcahuete)…

Ah! Y “Edila”! “me se” olvidaba…

Es que es más fácil, cómodo y barato (nosotros los “orientalos” que siempre buscamos afanosamente lo barato), ver y escuchar constantemente a Ricardo Fort, que desgastar nuestra vista ojeando las páginas aburridas y pesadas de cualquier diccionario o enciclopedia parido o parida por la Real Academia Española que, bien o mal, es nuestra lengua materna…

Así, es preferible atender a un Pachano cuando ridiculiza al negro africano, haciendo mención quejosa de la atención del público sobre sus miserias, gritando: “si quieren divertirse, no lo hagan conmigo, consigan un mono bajando de un cocotero o un negro africano” (¿!?!?!); eso sí… a Juan, el idiota, adviértanle que no haga chistes fuera de lugar… Lugar?!?!? Eso mismo: Lugar. El que le corresponde a cada uno y cada quien a efectos de salvaguardar los valores que aún nos van quedando.

Y en la medida que se logre, quizás también logremos neutralizar y contrarrestar a esas víctimas del stress, de la depresión y la angustia, que son los conductores, cobradores y conductores-cobradores de los ómnibus capitalinos, los mismos que antes llamábamos “choferes” y “guardas”. Esos mismos que se quejan del mal trato que reciben de los pasajeros. Y cuando digo pasajeros, me refiero a esa patota de seres humanos que suben a los buses (antes “ómnibus”) con el dinerillo en la mano, para comprar el boleto mediante el cual ellos comen y le dan de comer a un Salgado y similares, a cambio de ser trasladados como ganado de un lugar a otro de la ciudad: “Arriba, arriba!!!”” ; “apúrese doña!, que estoy apurado!” ; y si por una de esas a la doña se le ocurre mencionar su reuma o artritis que la hacen algo lenta y lerda, es probable que le sugieran viajar en taxi o ambulancia, en lugar de su “bunker” de poder irrestricto: el “bus”… Pero ellos, los conductores-cobradores, son las víctimas del stress y la depresión… Capaz que por su afección es que nos tratan como si fuésemos ganado.

Antes, (y con eso de “antes” no quiero significar que todo tiempo pasado fue mejor, no), no existía el timbre eléctrico o electrónico en los ómnibus; estaba la clásica cuerdita que tironeada por el guarda, accionaba una campanilla que advertía al chofer que alguien iba a descender en la próxima parada, luego que ese alguien chistaba (las mujeres y los desdentados mediante el clásico soplidito entre labios, y los varoncitos con dientes, a través del silbido con el que se llama a las gallinas domésticas en las chacras). “Cerrá atrás y vamo!”

Gente… Dan y damos que pensar. En patota o por separado…

(Pepe alcahuete)

“Cerrá y vamo!”


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